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20 may 2011

Muertes de venta en farmacia

El abuso de ciertos medicamentos es la causa de cientos de muertes en muchos países desarrollados. En algunos supera al número de fallecimientos producidos por sobredosis con drogas ilegales. La sobreabundancia y el uso inadecuado de analgésicos contra el dolor “puede llevar al abuso y a una subsiguiente drogodependencia”.
Así lo advierte el informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, organismo dependiente de la ONU, que demanda mayor control en lo que se refiere a las drogas producidas legalmente como opiáceos.

Estos fármacos adquieren el rango de estupefacientes o psicotrópicos al ser derivados de drogas ilegales. Para conseguirlos, se altera ligeramente la estructura molecular de sustancias perseguidas y se crea una droga nueva de efectos similares.
La constante manipulación de estos medicamentos en los laboratorios permite que puedan escapar de la legislación internacional y que sean difíciles de identificar y perseguir.
En la actualidad se hallan en una especie de limbo jurídico, por lo que su producción y distribución por parte de las farmacéuticas es legal.




En los últimos 10 años, las muertes por un uso excesivo de sedantes, tranquilizantes y estimulantes para potenciar el rendimiento han aumentado en Europa y América del Norte. A pesar de que muchos ciudadanos se inician en el consumo por voluntad propia. En España se ha pasado de un consumo de menos de 1.000 dosis diarias -unidades técnicas de medida por millón de habitantes al día- a 8.000. En la Unión Europea, Alemania encabeza la lista con 19.000 dosis diarias. Entre 2005 y 2009, el consumo mundial de metilfenidato, un tratamiento para el trastorno de la concentración, aumentó un 30%. Su uso es mayor en Estados Unidos que en todos los demás países juntos. La mefedrona, un compuesto de efectos similares a los de la cocaína, las anfetaminas y el éxtasis, está relacionada con la muerte de más de 35 personas en Reino Unido e Irlanda. La Unión Europea no la prohibió hasta el pasado diciembre.

En Francia, el Mediator, un medicamento recomendado para diabéticos con sobrepeso, se vincula con la muerte de entre 500 y 2.000 personas por hipertensión arterial pulmonar y problemas en las válvulas cardiacas. Este fármaco es además responsable de unas 3.500 hospitalizaciones, según un escrito de la Caja Nacional de Seguro de Enfermedad. Las víctimas que han denunciado a Servier, la farmacéutica responsable de la comercialización del Mediator, han visto cómo se les chantajeaba ofreciéndoles indemnizaciones millonarias si abandonaban las acciones judiciales contra el laboratorio. Como siempre, dinero a cambio de silencio.

El Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos señala que más de 27.000 personas murieron por sobredosis de fármacos legales en 2007, cinco veces más que en 1990. El mismo año, un análisis de las autopsias realizadas en Florida determinaba que la tasa de muertes causadas por medicamentos recetados fue tres veces superior a la de las causadas por todas las drogas ilegales juntas. The New York Times asegura que estas investigaciones coincidían con las realizadas por la Federal Drug Enforcement Administration (DEA), que tasó en aproximadamente 7 millones los ciudadanos estadounidenses adictos a medicamentos con receta. Este dato supone un aumento en el consumo de fármacos de un 80% en 20 años, más que todos los norteamericanos que abusan de la cocaína, la heroína, el éxtasis, los alucinógenos o los inhalantes. Hace unas semanas, la Oficina Nacional de Políticas de Control de Droga dela Casa Blanca afirmó que el número de personas que mueren en Estados Unidos por abusar de drogas recetadas supera también a los que mueren por herida de bala, convirtiéndose en la cuarta causa de muerte en el país.

El hecho de que una persona pueda desarrollar una ‘drogodependencia’ a sustancias comercializadas de forma lícita llama la atención en un mundo que se empeña en perseguir a los consumidores de drogas ilegales y en endurecer las penas. Es aún más llamativo cuando las tasas más altas de adictos a estos fármacos se dan en Estados Unidos, el mismo país que establece políticas tan férreas como hipócritas para acabar con el narcotráfico en lo que sus dirigentes denominan un “cáncer social”. Resulta que el cáncer más peligroso no viene de México, ni de Colombia, ni de Afganistán sino que vende en sus propias farmacias.