La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha clasidicado, debido a su rápida propagación, la variante JN.1 como una variante de interés (VOI) separada del linaje original BA.2.86, sin embargo la evidencia disponible muestra que el riesgo adicional para la salud pública mundial que plantea se considera actualmente bajo.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) informaron la detección de la subvariante JN.1 de covid-19 en septiembre pasado. Es la cepa del virus de más rápido crecimiento.
La subvariante JN.1 desciende de la BA.2.86, o Pirola, una variante que llamó la atención del mundo durante el verano debido a que posee más de 30 cambios en sus proteínas pico. A pesar de los temores de que pudiera escapar por completo a la protección de las vacunas y provocar un maremoto de infecciones, eso nunca sucedió.
Los síntomas que causa la variante JN.1 no son mayores a las infecciones de la variante BA.2.86, capaz de transmitirse vía aérea e intestinal, con síntomas como fiebre o escalofríos, tos, dificultad para respirar, fatiga, dolores musculares, dolor de cabeza, dolor de garganta.
Así como congestión nasal, náuseas o vómito o diarrea. Aunque cabe resaltar que los síntomas pueden variar según la gravedad del contagio y el estado de vacunación, según los CDC.
Varios países de Europa, incluidos Dinamarca, España, Bélgica, Francia y los Países Bajos, han experimentado un crecimiento exponencial del JN.1 y, con él, un aumento de las hospitalizaciones. También está creciendo rápidamente en Australia, Asia y Canadá.
Los CDC señalan que las vacunas actuales contra el covid-19 deberían funcionar contra las variantes JN.1 y BA.2.86 debido a que la proteína S o espicular juega un papel crucial para ayudar al virus a infectar a las personas, y también es parte del virus que atacan las vacunas.
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